viernes, 26 de junio de 2009

EL REAL SITIO DEL SOLÁN DE CABRAS


El Real sitio del Solán de Cabras ocupa el fondo de un inmenso anfiteatro pinariego, donde da la impresión de que jamás llegó a pisar el hombre. Un paraíso en el que el mayor milagro ha sido el conservarse sin mácula, desde hace tres siglos, en que los enfermos comenzaron de manera sistemática a acudir a él, al reclamo de los efectos curativos de sus aguas; circunstancia que podría agravarse en la actualidad, debido a la gran afluencia de camiones que entran y salen a diario, cargados de envases conte­niendo agua mineral que luego distribuyen por toda España.
La fuente del Solán arroja, como mínimo, cinco mil litros por minuto en circunstancias normales. Se trata de agua proceden­te de roca caliza, con residuos animales y vegetales en su compo­sición que facilitan el correcto funcionamiento del organismo humano; y tiene, parece ser, efectos curativos para una serie de dolencia específicas. Su explotación se viene llevando a cabo desde el año 1775, cada vez utilizando medios más modernos y efectivos.
Cuentan que dos siglos antes de Cristo, el noble romano Julio Graco sanó de artrosis en estos manantiales, lo que quiere decir que con anterioridad se había llegado a conocer su poder curativo. Se asegura que fueron las cabras que pastaban por aquellos barrancos las primeras favorecidas, al curar de sarna cuando ponían su piel enferma en contacto con la corriente. Des­pués serían los pastores prerromanos los que la utilizaron con éxito para curar sus reses, lo que dio lugar al apelativo primero de "sólo para cabras", del que procede, sin duda, su nombre ac­tual.
La historia más reciente, sobre todo los escritos del famoso crítico literario y autor del siglo XVIII, Juan Pablo Forner, en su obra "Noticias de las aguas minerales de la fuente de Solán de Cabras", nos habla de que antes de 1777, año en el que acabaron definitivamente las obras del balneario, ya acudían los agüistas a bañarse al abrigo de las peñas, en las que, con las incomodidades que cabe imaginar, colocaban sus colchones para el reposo. Eran tiempos en los que las aguas del Solán venían a ser "como el asilo último para los enfermos y producían efectos, que ni aun los facultativos se atrevían a esperar". Entre los enfermos de aquel entonces, se encontraba el que más tarde habría de ser ministro de la Real Hacienda, don Pedro López de Lerena. Doce años después de funcionar debidamente todos los servicios, el rey Carlos IV lo declaró Real Sitio.
De los muchos visitantes ilustres que a lo largo de los últimos siglos han acudido a los baños, y sobre todos ellos, en el Solán se recuerda la estancia de la reina María Josefa Amalia de Sajonia, tercera esposa de Fernando VII, que llegó allí con el fin de buscar remedio al problema de su infecundidad. La reina, luego de una temporada larga como destacado huésped de los baños, se hubo de marchar a la corte tal y como llegó, pero, eso sí, con las maletas cargadas de versos compuestos por ella misma, como éstos que figuran en los Anales de la Real Academia de Farmacia, que durante el verano de 1826 le inspiraron los peñascales abrup­tos, las pinadas espesas, las agujas de espliego, las jaras, las aguas y los pájaros del Real Sitio.

Dos hogares reducidos
entre peñas sepultados.
Dos senderos escarpados
los paseos más floridos.
Aún el Sol, sus resplandores
sólo escasos deja ver
y las cabras deberían ser
sus únicos moradores.

Dejando a parte el gracioso poema, escrito por una reina que se empeñó en no dar a luz otra descendencia que esta clase de ripios, el balneario es hoy un lugar romántico, tranquilo, bárbaramente hermoso, donde las parejas de matrimonios de edad avanzada y otros más jóvenes, gozan cada verano de la pureza sin límites del ambiente, y de la paz del barranco hasta saciarse. Y ya un último consejo para concluir: si se decide por visitar este paraje sin igual de la Serranía, no se marche de allí sin haber dedicado un rato de su tiempo a pasear entre sombras y rumores de río hasta el Mirador de la Reina y el Mirador del Rey, seguro que lo agradecerá, que le merecerá la pena.
Separados a cierta distancia uno del otro para no estorbar­se, quedan en el Real Sitio del Solán de Cabras, por una parte la planta embotelladora y el muelle de carga, en el que se preparan del orden de las dos mil garrafas y doce mil botellas a la hora, sin dar abasto a la demanda; por otra el balneario propiamente dicho: residencia y baños, con edificios cómodos, puestos al día y jardines donde el pasear, sobre todo en verano, constituye una inefable delicia. Norma y resumen de toda la Serranía de Cuenca.

domingo, 14 de junio de 2009

PALACIO DE LOS DUQUES DEL INFANTADO



Primer monumento civil de Guadalajara en importancia arqui­tectónica, en historia y en arte. Un valioso legado del Renacimiento, movimiento artístico del siglo XVI y del que la ciudad de Guadalajara fue pionera en España.
Se inició su construcción en 1480 por el Segundo Duque del Infantado don Íñigo López de Mendoza. En el año 1569, el Quinto Duque del Infantado, don Íñigo López de Mendoza como el anterior, emprendió ciertas reformas que añadían a lo ya hecho los detalles renacentistas que tuvo después. Una vez que la familia mendocina trasladó a Madrid su residencia, el palacio fue vendido al Minis­terio del Ejército que lo convirtió en colegio para niños huérfa­nos de militares. Durante los bombardeos de 1936 quedó práctica­mente destruido.
Realizó los planos y dirigió las obras del palacio Juan Guas, autor del famoso monasterio toledano de San Juan de los Reyes y del castillo de Manzanares el Real en la provincia de Madrid. Intervinieron con Guas los mejores artistas del momento (Egas Cueman y Lorenzo de Trillo), muchos de ellos mudéjares, que se ocuparon especialmente de la decoración de artesonados, fri­sos, azulejos y rejas. Su estilo general, gótico-mudéjar, es genuinamente español.
La fachada, el Patio de los Leones, los salones interiores con pinturas murales de Cincinato, son por otra parte una muestra exquisita del arte del Renacimiento, del que el edificio en sí es una incomparable exhibición.
Como hechos históricos más importantes que tuvieron lugar dentro de sus muros se puede señalar el haber sido lugar de paso de los Reyes Católicos en 1487; hospedaje del rey Francisco I de Francia el 10 de agosto de 1525; alojamiento en repetidas ocasiones del emperador Carlos I; marco de bodas reales de Felipe II con su tercera esposa Isabel de Valois el 31 de enero de 1560; en él se celebró por poderes la boda de Felipe V con Isabel de Farnesio el 25 de diciembre de 1714; y en una de sus depen­dencias, en fin, moría el 16 de julio de 1740, sola e ignorada, doña Maria Ana de Baviera Neubourg, viuda durante muchos años del infortu­nado monarca, último de los Austrias, Carlos II. También conoció el palacio mendocino al ilustre román­tico francés Víctor Hugo, quien pasó en sus dependencias algunos días acompa­ñando a su padre el gene­ral Hugo que, durante la Guerra de la Independen­cia, fue goberna­dor militar de Guadalaja­ra.
El Palacio fue bombardeado en la guerra de 1936, lo que obligó a una casi completa restauración en las décadas de posguerra. El magnífico edificio alberga hoy en algunas de sus salas el Museo Provincial de Arte, el Museo Etnológico, aparte de servir como sede de conciertos de música al aire libre, recitales poéticos y representaciones, que suelen celebrarse durante las noches de verano en el Patio de los Leones.

(En la fotografía, fachada principal y monumento al Cardenal Mendoza)

jueves, 4 de junio de 2009

JOAQUÍN SIGÜENZA Y CHAVARRIETA


No hace mucho incluí, como dato de especial interés en una de las primeras páginas de este blog, algunos datos acerca de la personalidad y la obra de un importante pintor conquense del siglo XVII, Juan Bautista del Mazo, yerno de Diego Velázquez, personaje muy poco conocido, incluso para los propios conquenses; pero que el sólo hecho de haber nacido en la capital de provincia, nos obliga a que se le considere como lo que fue y se le de la importancia que merece su pintura con el pasar de los siglos.
Hoy, coincidiendo con el 184 aniversario de su nacimiento, me parece oportuno presentar a los lectores otra figura no menos importante que Del Mazo, y por desgracia tan injustamente olvidado como aquel. Se trata de Joaquín Sigüenza y Chavarrieta, nacido en el pueblo de El Peral, Manchuela Conquense, el día 5 de junio de 1825; alumno distinguido de la Real Academia de San Fernando de Madrid, y de la Escuela Imperial de París, donde completó su formación artística junto a otros jóvenes españoles, antes de dedicarse de lleno a la pintura.
Son famosos sus bodegones de naturaleza muerta, y sus escenas militares de las campañas españolas en la Guerra de África. Pintor de cámara de la reina Isabel II, condecorado infinidad de veces en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes a las que se solía presentar, generalmente con cuidados bodegones de caza. En el año 1872 fue nombrado conservador del Real Monasterio del Escorial y profesor de dibujo de su Instituto.
De la producción artística de este pintor es justo destacar algunas de sus grades obras en las que se recogen lugares, y momentos solemnes de la vida española de su tiempo, tales como “Interior de la Sacristía de la Real Basílica del Escorial”, “Interior de la biblioteca del Monasterio del Escorial”, y “Reunión del Gran Capítulo de las órdenes Militares para investir al rey don Alfonso XII, como Gran Maestre”, que se encuentra en Madrid, (Palacio del Senado).
Joaquín Sigüenza y Chavarrieta fue distinguido, además, a lo largo de su carrera, con las órdenes del Cristo de Portugal, y con la cruz de caballero de Carlos III.
A la edad de setenta y siete años falleció en Madrid el 7 de julio de 1902, dejando para la posteridad una obra grandiosa.


(La fotografía es una reproducción de la última de las obras citadas, “Reunión del Gran Capítulo de las Órdenes Militares”. Si se pincha sobre ella podrá contemplarse con mayor detalle, creo que merece la pena)